miércoles, 7 de noviembre de 2012

Recuerdos del mañana

Y así es como será ¿no? Te irás sin avisar, en silencio, sin una lágrima ni una media sonrisa, ni siquiera una mano alzada. Tan sólo unos pasos, cierras la puerta y desapareces.

Una llamada que no llega, una nota que no aparece, una palabra que ya no se espera. Un brillo que desapareció, una luz que hace tiempo se fue, un recuerdo que ya no existe. Un mañana. Un momento.

Intento pensar, girar la rueda del tiempo y descubrir qué hubo antes. Pero no avanza hacia atrás sino hacia adelante, inexorable… y me descubro riendo, como una niña, sin prisas, sin público, sin poder parar. Porque es irónico que sepa más del futuro que del pasado, porque en esta loca ilusión sólo el reloj se mantiene cuerdo.

Con esfuerzo me levanto, a duras penas consigo andar, pues todo está patas arriba, busco y revoluciono entre los trastos. ¿Una foto quizás? Un trozo de un periódico. Un regalo envuelto que ya nadie abrirá. Miedo. Una fecha. Un beso. ¿Fingido? ¿Real? Sacudo mi cabeza. Sigo buscando. Un espejo. Tiemblo. Un reflejo. Tu sonrisa, que nunca se ha marchado. Unos ojos que lo miran, los tuyos, que me miran y no me ven. Porque yo no estoy. Porque ya me fui.

Y sólo entonces descubro que tu futuro es mi pasado, que tus anhelos son mis miedos. Y que sin ti ya no hay recuerdos.
                                           

viernes, 26 de octubre de 2012

Tú y yo

     El problema fue que tú sólo quisiste hablar. No me escuchaste.

 ¿Y ahora qué?

     Te quedaste sin excusas. Dejaste de ser la víctima para ser ladrón. ¡Oh sí! Y cómo ladrabas, pero no tenías credibilidad. Tu tono lastimero no conmovía a nadie, ni siquiera a ti mismo. Y eso era lo peor, porque uno puede engañar a los demás, pero no a sí mismo.

     Ensimismada me quedé cuando vi cómo tu autocomplacencia se desbordaba frente al espejo. Era tal que hasta el ego se achantó. Y con la mirada baja, pues dicen que si lo miras directamente te quedas atrapado para siempre en su hechizo, se apartó de ti. Eso no te disuadió, decidiste enredarte y resguardarte en la inmundicia, pero ni siquiera era la tuya. Como todo lo demás, tan sólo era una argucia del guión.

     Y así fue como todo se desvaneció, sin ceremonia ni espectáculo. De repente sólo estabas tú, frente al espejo, reacio, repelente, atractivo, reconociéndote, resdescubriéndote... y me encontraste. TÚ. YO. Dos caras de una misma moneda, condenadas a fundirse. Porque tú sin mí eres muerte, porque yo sin ti no existo.
                                                         
                     
                                

miércoles, 3 de octubre de 2012

Diferentes perspectivas


Egoísmo, tempestad, descalabro y vuelta a empezar. Miedo, ausencia, espacio y el tiempo que no llega. Astucia, cobardía, silencios obligados después de tanto gritar. Soledad, avaricia y nada, ya más nada.



Un destello, una luz, inconformismo. Razones, ilusiones, cansancio y, de nuevo, espacio. Fuerza, ironía, fe y vendas que se caen. Un paso, un salto y volamos, hacia la libertad, porque el mundo es nuestro.

Nada, todo, equilibrio: un lugar en mitad del camino donde podamos sentirnos a gusto. Donde podamos mirar cara a cara a los demás y soltar una carcajada que no ofenda a nadie. Un lugar donde nadar, volar y caminar sean una misma cosa. Tan sólo el comienzo de lo que vendrá, la antesala de la eternidad. Paz, alegría, confianza.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Sólo adios

     "Adios", cinco letras que a veces duelen, otras son un mero trámite y otras, inevitables. Una palabra que a veces asusta pronunciar, porque representa el fin, de una tarde, de una conversación o de una historia; porque significa aceptar que el momento ha llegado; porque supone que el tiempo es más fuerte que nosotros, que todo tiene un final y que no podemos hacer nada frente a ello.

     En ocasiones preferimos decir "hasta luego", "nos vemos más tarde", "hasta la vista" o inventarnos cualquier cuento que nos haga sentir más cerca, una cortina de humo para hacer más soportable la espera del mañana. Pero decir adios es necesario, cualquier otra cosa es tan sólo un eufemismo; porque despedirse significa decir adios, no "hasta más ver", pues esto es únicamente la forma en que lo hacemos, no afecta para nada al contenido.

    Y sin embargo, "adios" puede ser una palabra preciosa. Hay quien dice "ve con Dios". Porque verdaderamente esta es la esencia, encomendar a alguien a Dios, dejarle en Sus manos ¿dónde puede estar mejor?

    Por eso, hoy digo adios, con firmeza, sin miedo, con la confianza en que todo irá bien. Tan sólo adios.

   
                                                         

viernes, 20 de julio de 2012

Algo diferente. Nada que temer.

Hoy, en unas horas, o puede que ya mismo, comienza todo, y quizás sea el final de algo, de mi estancia en Mora, de mi miedo al inglés, o de algo mucho más grande, quien sabe.


Pero no me asusta, puede que esté tan sedada tras una buena experiencia, tan sobrepasada y agradecida por el cariño de los que me rodean, tan acomodada en la alegría, que no me importa hablar con claridad. Sin secretos ni dobles sentidos, sin expectativas ambiciosas, tan sólo con franqueza y confianza.


El valor para volar no está en pegar el salto sino en saber que si no lo consigues, habrá alguien abajo esperándote. Es la certeza absoluta de saber que no estás solo, que alguien viaja contigo siempre. Y es que el miedo desaparece cuando el amor es más grande.


Hoy no deseo que todo sea igual, ni siquiera sé qué preferiría. Pero sé que ha sido bueno y que lo que venga también lo será. Hoy confío en que siempre habrá alguien cuidándome y en que los amigos siempre serán viejos y siempre serán nuevos. Hoy no me despido, hoy no lloro, hoy no temo, ni siquiera espero, hoy tan sólo confío.


Por todo ello, hoy no diré que os echaré de menos, porque siempre os llevaré conmigo.

                                             

sábado, 7 de julio de 2012

Shhhhh

     Fui yo quien empezó a hablar, como siempre, cuando no quieres contestar o prefieres hacerte el interesante. Me inventé una excusa, la primera que se me ocurrió, para tratar de llamar tu atención. Escuché un susurro, me pareció que asentías, aunque quizás fuera mi imaginación. Pero eso era todo lo que necesitaba para empezar a contarte, porque sé que tú me escuchas, porque nadie sabe hacerlo como tú.

     No sé cuanto tiempo pasó, mis ojos comenzaron a empañarse y mis lágrimas surgieron una a una, sin prisas, bañando mis mejillas y muriendo en mis labios, sin quejas, sin estruendos. Al final mis palabras se agotaron y levanté la cabeza, esperando.

     La respuesta no llegó, ni la sonrisa, ni siquiera el enfado o un mohín de disgusto. Quise creer que me entendías, que podías comprenderme, pero eso ya no me valía. Necesitaba algo más.

     Ahhhhhhhh!! Grité, pataleé, te miré con furia y hasta me reí de ti. Tan sólo quería que dijeras algo, lo que fuera.

     Esperé.

     Nada.

     Hasta que comprendí que Nada era tu respuesta, sencilla, tranquila, paciente. Porque tú, Silencio, eres así, lo envuelves todo y haces como si no existieras, no buscas el protagonismo, no das grandes respuestas, tan sólo ofreces tu tiempo y tu paz a todo aquel que te llama.

  
                                       

martes, 5 de junio de 2012

El peso de la razón


Se escondió bajo la almohada, aunque también le hubiese valido con el botón suelto de la camisa que estaba sobre la mesilla, así de pequeñita era. Sin embargo, allí se sentía segura, cómoda. Inexplicablemente, el aroma humano de las sábanas arrugadas le hacía sentir bien. Quizás fuera embriagador, una especie de sedante que la atraía con un abrazo protector.

Pero la tranquilidad duró poco. De nuevo ese ruido ensordecedor. Capaz de atravesar las paredes y por supuesto, el algodón de las sábanas. Se filtraba como el oxígeno, como el polvo, como si cada una de las motas de polvo gritaran todas a la vez. Y entonces, no había escapatoria, no una vez que te encontraba.

Nuevamente se agazapó. Se hizo un ovillo mientras todo el pelo se le erizaba, no sabía si de miedo o de dolor. Trató de luchar, de ignorarlo, de negar lo evidente. Pero al final se rindió. Dejó que todo el peso de su conciencia la aplastara. Y así, despojada de todo, de su cuerpo, de su orgullo, de su almohada… regresó al mundo de los vivos.



viernes, 1 de junio de 2012

De colores


Hay días así y días asá. Hay días luminosos, días tristes y melancólicos, días oscuros y días que aburren. En cambio otros, están llenos de color: en el mismo paisaje donde antes no encontrabas nada especial ahora ves un sinfín de matices, todo un cuadro rebosante de vida, quizás hasta te traiga a la mente algún recuerdo o es posible que comiences a elaborar otros nuevos.

La cuestión es que… da igual cuál sea la cuestión, ya ni siquiera la recuerdo. Porque lo que en realidad importa es vivir. Para gustos los colores y el universo está para sentirlo. Puede que carezca de sentido, quizás sea absurdo. Pero nadie dijo que la razón lo sepa todo.

Quizás por eso hoy las excusas se han escapado antes de llegar a su destino, la culpa se escondió tras un borrón y el cielo está invadido de pedazos de corazones que explotaron de emoción. Hoy nos llueven esperanzas, lágrimas ahogadas, despedidas, sonrisas y besos lanzados al viento. Hoy la sinrazón se ha adueñado del mundo y lo ha decorado a su antojo. Y es por eso que hoy todo tiene otro color.


jueves, 10 de mayo de 2012

Contando historias


He colaborado en varios cuentos, imaginando, decorando, inventando personajes y escribiendo guiones. A algunos les di color cuando se iban destiñendo, a otros traté de darles escenas de acción, aunque sólo me salió una payasada de circo. Pero de todos puedo decir que salió algo bonito, algo único y especial.

Sin embargo, nunca he sido capaz de escribir uno propio. Alguna vez traté, pero me salió una pesadilla, un churro, algo irrisorio. Algo que más que publicar, que admirar o tan sólo, que disfrutar, convenía olvidar. Incluso escribí relatos con gancho, que a primera vista prometían una buena historia, con unos personajes interesantes y algún que otro giro insospechado. Mas lo que yo no sospechaba es que estas historias nunca las terminaría, que a la única persona que conseguirían atrapar sería a mí, en una trama sin fin.

Puede que deba conformarme con leer  las novelas que otros han escrito, dejarme enredar en su relato, disfrutar con cada anécdota, la evolución de los personajes y la belleza de los paisajes. Puede que hasta disfrute siendo redactora, corrigiendo los errores gramaticales y, de vez en cuando, haciendo la vista gorda ante las licencias artísticas que se toman los autores. Puede que decida olvidarme de mi propia historia y convertirme en bibliotecaria, acumular libros en estanterías gigantescas: novelas, poesía, cuentos, ensayos, guiones cinematográficos, obras teatrales… Quizá, con un poco de suerte, con retazos de esas historias consiga elaborar la mía propia.

El problema de todo esto son los finales, el momento en que termino el libro. Quizás me haga pensar y recuerde algunos de los detalles más llamativos; puede que hasta me haga soñar con viajes lejanos; o es posible que me deje indiferente (que a veces también ocurre). La cuestión es que, después de todo esto, descubro que lo único que queda es mi vida, mi propio relato. Y sólo yo puedo convertirlo en algo misterioso, fantástico, lírico o insulso.

Por ello, he decidido que a partir de hoy, comenzaré a escribir mi historia en serio, un relato que aún no sé sobre qué tratará, conozco a alguno de sus personajes, aunque no a todos, y tampoco sé cuál será el fin, pero sé que, al menos a mí, me dejará satisfecha, y con suerte, perdurará en el tiempo y en la memoria de algún que otro lector indeciso.


viernes, 27 de abril de 2012

¿Lo sientes?


¿Lo notas? Ese hormigueo que trepa por la espalda, se extiende por el cuerpo y se esfuma entre los dedos.  Aquello que te deja sin aliento y te obliga a aguantar la respiración. Ese instante en el que el tiempo desaparece…

Sí, exacto, inspiración. Algo tan escaso y quizás tan sobrevalorado. O puede que no.

Busco entre las sábanas, en la tapa de un boli mordido por milésima vez, en las notas de una canción ya desgastada por el tiempo… y no encuentro nada, nada que de verdad merezca la pena. Porque aquello ya pasó.

Pero entonces apareces, para rescatarme de mi hastío. Con el sigilo que te caracteriza, sin fuegos artificiales ni parafernalias. De repente, en el silencio, te encuentro. En tu aliento descansa mi cuerpo. Es tu susurro el que guía mis manos. No sé ni siquiera hacia donde me llevas, como en un trance infinito te sigo a ciegas. ¿Cuál será el resultado? No lo sé, ni me importa. En el fondo, es sólo sugestión.


viernes, 20 de abril de 2012

En noches como esta

En noches como esta las estrellas brillan más que nunca y sin embargo la habitación permanece helada. Parece que espera ese relámpago efímero que lo invade todo y por un segundo da una sensación de calor. Mas no llueve, ni una gota, ni siquiera se trata de la calma que precede a la tempestad, eso sería demasiado premeditado, como si de un ardid cinematográfico se tratara. Y la vida no va de eso, más bien cuenta historias de casualidades y momentos improvisados.

En noches como esta la duda se hace sostenible, porque todo es posible: soñar y despertarse, amar y traicionar. La locura es tan sólo la expresión de la razón. Porque lo razonable comienza a hacerse difuso, como las nubes que se extienden por el cielo, como si quisieran salvaguardar la belleza de las estrellas, evitando que se expongan demasiado tiempo. Y es que… el sinsentido comienza a entenderse cuando te preguntas qué es más bello, si la luna orgullosa rodeada de toda una estirpe de estrellas que la hacen brillar a pesar de no tener luz propia, o la calidez de las nubes que visten la desnudez de las estrellas como si de un abrazo maternal se tratara. La respuesta no es importante, sino dejarse llevar por la ilusión, por el sueño, por la magia nocturna….

En noches como esta las lágrimas se permiten si sirven para que el brillo de las estrellas pueda reflejarse; la sonrisa es válida sino habla de vanidad ni de humildad sino que solamente forma una media luna; el cuerpo no importa, pues tan sólo es un envoltorio fantasmal cuya máxima belleza es la de convertirse en intermediario entre el alma humana y el alma celestial, bailando al son de una música nocturna, silenciosa, que nos reconcilia con el mundo.

En noches como esta… los miedos duermen y los sueños se despiertan.


lunes, 19 de marzo de 2012

Lo que tú quieras que sea

Muchas veces  pasamos por la vida como si no pasara nada. Nos dedicamos a caminar sin más, procurando no tropezarnos. Y nos conformamos con eso, con vivir medianamente bien, sin muchas penas, con algunas alegrías, de modo que la balanza se mantenga equilibrada. Sin embargo, la vida es mucho más que eso, la vida es…

Feroz, auténtica, inestable, profunda, extraordinaria, pero sobretodo es imparable. Si pierdes un instante, un segundo siquiera, no podrás reclamarlo después. Por ello, descansa si te urge, pero no te pares. Mantén los ojos bien abiertos, aspira, disfruta, estudia, ama, comprende, respeta, sueña…

Literalmente, soñar es “anhelar persistentemente algo” o quizás “representarse en la fantasía imágenes o sucesos mientras se duerme”. Posiblemente sea un poco de cada, yo lo definiría como “desear conscientemente lo que imaginamos en el subconsciente”, esto es, la esperanza que nos anima a avanzar, el aceite que mantiene nuestra llama encendida, el anhelo más profundo de nuestra alma…

Cielo es la palabra que lleva escrita nuestra alma. Aunque a veces no somos capaces de verlo. Y sin embargo no cesamos de buscarlo. Lo buscamos en una mirada, en una mano amiga, en las alturas o en el infinito de aquél cuadro. Más sólo hay un camino. Porque Él dijo…

“Dad y se os dará” (Lc 6,38). Y es que en el compartir, en el regalar, en el conversar, se encuentra la humanidad. No nos reconocemos hasta que nos vemos reflejados en los ojos de alguien, no conocemos la grandeza de nuestro corazón hasta que amamos de veras, no descubrimos toda nuestra dignidad hasta que no comprendemos que somos hijos de Dios…

Es por esto, sencillamente, que la vida no es aquello que nos pasa, sino aquello que hacemos que pase. Es el instante, el sueño, la palabra o el reflejo que dibujamos. Es todo aquello que hemos vivido y aquello que viviremos. Es justo esto, lo que está ocurriendo. Es, sobre todo, ¡lo que tú quieras que sea!



domingo, 11 de marzo de 2012

"No trates de entenderlo"

Un grito rasgó el silencio.  O aquello que se suponía que era el silencio y probablemente no fuera más que una tempestad calmada. Pero de repente se rompió. Apareció a través de la nada un viento helado que lo transformó todo. Que lo transformó todo o lo devolvió a su ser, nunca lo sabremos.

-No trates de entenderlo – me dijo en un susurro. Y yo traté de aferrarme con fuerza a un lugar seguro. Estando así, luchando con la confusión más que con el tiempo, esperé y esperé, y esperé un poco más. Esperanza, porque eso era lo único que me quedaba. Todo lo demás se había hecho añicos y no encontraba el camino de vuelta a casa.

Pero dejé que la tempestad me tragara. Llegué hasta el fondo y me arrodillé en un rincón. El susurro dejó de serlo y empezó a rugir. Todo a mi alrededor se tambaleaba. Mas yo estaba tranquila. Miré y dejé de ver. Cerré los ojos y lo comprendí todo. Al fin la luz llegaba a mí, el silencio me hablaba y el mundo dejó de patalear.


viernes, 2 de marzo de 2012

"Que no duela..."

Vivimos al límite, damos todo lo que tenemos e incluso de aquello que no tenemos  si está en nuestra mano. Hasta que nos topamos con un muro, aquello que no comprendemos, aquello que nos hace incapaces de reaccionar, aquello que nos invade el alma y nos consume desde dentro.

Cuando ese miedo nos domina, nos sentimos impotentes. Se acabó el juego: “¿capaz o incapaz?” Ahora eso da igual. Ya no importa. Sólo queda el vacío que nos asedia, que nos impide avanzar, pues más allá no hay nada. El quizás no existe, ni el nunca ni el para siempre. Sólo quedamos nosotros y nuestro miedo.

Avanzamos a tientas, intentando encontrar el lugar donde estábamos justo antes de caer, palpando cada milímetro, buscando el aplomo que poseíamos unos segundos antes, tratando de regresar al calor del hogar.  Hasta que lo descubres, comprendes que no volverás al sitio donde comenzaste, porque ese instante lo cambió todo. Con una media sonrisa, haces de tripas corazón y saltas al vacío; un único pensamiento: “que no duela…”.


sábado, 11 de febrero de 2012

tolerancia insoportable

      El mundo trata de aparentar tolerancia; todo vale. Pero no es cierto. En este siglo XXI nos educan para que seamos fuertes, para que sepamos defendernos ante el dolor, para que nos levantemos después de cada caída e incluso para que huyamos de todo aquello que nos hace sufrir.

      En este mundo todo se racionaliza, incluso la fe, y se nos pide que demos razones de todo lo que hacemos. Ya no basta con creer, con confiar, ahora hay que demostrar.

      Y ¿qué pasa cuando estás en el suelo, sin razón alguna que explique tu caída y no tienes fuerzas para levantarte? La gente habla de tolerancia, pero no es capaz de comprender el porqué de una lágrima. No está bien visto que lloremos, ya da igual que seas hombre o mujer. Incluso una buena persona podría llegar a sentir lástima por ti. Pero nadie sabe enfrentarse con valentía a una lágrima.

      Por eso las lágrimas se han convertido en algo privado, en un amante íntimo que llega cuando todos se van, cuando ya no queda nada. Y no te satisface, pero no puedes hacer otra cosa, sólo dejarte envolver por el llanto, pensando que así será menos fuerte el peso que aplasta tu pecho, ese peso invisible, irracional, inexplicable, pero tan real, tan potente, que en este mundo, ni siquiera tú eres capaz de soportar.


(algo de hace tiempo)

miércoles, 1 de febrero de 2012

“A mil besos de profundidad me quitaste tu boca y sobre el asfalto me ahogo”

Mentira. Todo el mundo sabe que es imposible ahogarse en el asfalto. En el asfalto te puedes quemar, te puedes raspar o te puedes ensuciar, pero no te ahogas. Quizás si fuese cemento… Pero, ¿qué tiene que ver lo uno con lo otro? Nada. No tiene sentido, es como el proyecto de poeta que pensó que esto era un poema, o puede que incluso más, puede que pensase que era toda una declaración de amor. Es posible que incluso lo escribiese en un papel y se lo pasara por debajo de la puerta a la chica que le gustaba. ¿Y de verdad pensaba que ella se enamoraría perdidamente de él sólo por decirle este embuste?

Absurdo. Esa es la palabra. Una tontería como otra cualquiera. Y sin embargo, te hace pensar. ¿Pero para qué quiero yo pensar? Para que me entre dolor de cabeza. Eso sí que es real. Eso sí que es cierto. No como esos mil besos que probablemente nunca recibió. Y es que la gente no se detiene a pensar en la clase de sandeces que escriben. Parece como si les diera vergüenza reconocer que la vida es simple. Se empeñan en imaginar algo que haga parecer su existencia menos monótona. Creen que con soñar, con decorar su agenda con palabras irracionales, ya van a cambiar el mundo.

Triste. No sólo que alguien se atreva a escribir esto, sino que además se lo muestre al mundo, que le haga consciente de su desgracia y que a todo eso lo llame esperanza. Pero lo más triste de todo es que este, el que se creía poeta, era yo. 




Este es el retrato que llevaba en su alma ese poeta que perdió la esperanza. Que entregó su corazón, envuelto en terciopelo rojo, para que se lo cuidaran. Y sin embargo, lo encontró en la basura, hecho pedazos, acompañado únicamente por infames seres, aquellos que todo el mundo desprecia: insectos. Descubrió que todo aquello en lo que había creído ya no tenía sentido. De algún modo permanecía unido a su corazón, y sin embargo, ya no lo sentía como suyo, porque lo había entregado, se lo había dado a ella y ella lo había desechado. Así que ya no era de nadie. No le pertenecía a nadie ni nadie le pertenecía a él.

Sentía que no podía sentir, que ya no amaba, que su corazón había muerto y sus sueños con él. No  era de este mundo ni tampoco del otro. Estaba vivo, pero no vivía. Trató de caminar, pero no podía, esa piedra que tenía ahora en el lugar del corazón le pesaba demasiado. Así que se dedicó a observar a los demás, a esos ilusos que aún creían que amar servía de algo. Hacía una mueca cuando los veía pasar, como marionetas de un guiñol, expuestos a la burla del destino. Pero después miraba a otro lado, porque si se hubiese quedado contemplándolos demasiado tiempo, hubiese sentido pena, y eso no era posible, no podía sentir.

Y es que esto es lo que ocurre cuando alguien pierde la esperanza, cuando pierde la fe. No se da cuenta de que el corazón le pesa demasiado y le hace avanzar más despacio, robándole poco a poco su libertad. Mira al mundo con desdén, creyéndole un iluso. Porque no sabe que si se atreviese a recuperar la confianza, a cortar las cuerdas que tienen a su corazón encerrado, podría ser más feliz. Podría volar y llegar a donde quisiera.


(De un trabajo de la universidad)

domingo, 29 de enero de 2012

Sueños inquietos

Empecé a soñar, entre brumas y humaredas. Me detuve a comprobar cada instante, cada palabra, cada mirada. Todo tenía que ser perfecto, pues así son los sueños. Veía los paisajes y veía tu cara difuminada sobre ellos, pero yo quería verla como si te tuviese enfrente. Y apreté los ojos con fuerza para verte mejor, como si se tratara de un monóculo que hay que sujetar bien y concentrarse para poder ver a través de él con toda claridad.

Cuando  todo empezaba a fusionarse: paisaje, sábanas, atardeceres y mi pijama; tuve miedo de que desaparecieras y me hice la dormida. Esperaba que la luna se apiadara de mí y traté de ignorar la caricia del sol. Así, al final lo conseguí. Volví a soñar. Pero entonces no era yo quién soñaba sino el sueño quién me soñaba a mí. Yo era su esclava y él me manejaba a su antojo. Me perdí en un laberinto donde ya no era capaz de encontrarte. Corría y corría, pero tú no estabas allí. Hasta que al final te encontré. Y ya no sé si eras tú o la copia barata que se inventó la luna en horas tardías. El paisaje había perdido su magia. Y hasta las caricias raspaban la piel. El viento ya no me acercaba a ti, sino que trataba de separarnos, como si fuera el mensajero de la luz, como si supiera que todo había de terminar y el sitio más seguro era la realidad.

No sé si lo he dicho, pero soy muy testaruda, absurdamente testaruda. Y aunque fuera sólo por eso, decidí ignorar la llamada del viento. Quise bucear en tus ojos oscuros y encontrar la verdad, descubrir ese momento que era nuestro, que lo había sido, y aunque fuera sólo por un instante, volver a disfrutarlo de nuevo.

Al final lo conseguí, o puede que fuera el malévolo sentido del humor que tienen los sueños. Sólo sé que cuando llegué hasta ti, cuando tú llegaste hasta mí… los dos nos evaporamos. Y me desperté, ya no había vuelta atrás. Me desperté con esa sensación que dejan los sueños de malsana esperanza, porque ya no sabía si debía esperarte a ti o a aquél que había de venir.


                                   

viernes, 27 de enero de 2012

Un espejo, un vestido y una sonrisa

Se miró al espejo y tan sólo vio a una mujer de 72 años con una mueca vacía, porque se había dejado la dentadura en el cajón de la mesilla. Sin embargo, apretó los dientes (perdón, las encías) y volvió a mirar a aquel armatoste de los años 20, herencia de su madre. Se atusó el pelo y vio que no estaba tan mal. Mirándose así de lado… al menos el pecho seguía estando en su sitio. El ejercicio y la ausencia de prole le habían servido de algo.

Entonces se puso el chándal (ese que tanto aborrecía en su juventud) y comenzó a hacerse el desayuno. Mientras el microondas daba vueltas y vueltas, empezó a preguntarse acerca de la vida, de lo irónica que era. Al igual que la taza de café, ella se había pasado sus 72 años dando vueltas, para llegar al mismo sitio donde comenzó: la casa de sus padres.

Sacó el café y mientras se lo tomaba acompañado de un cruasán (en un día como ese se merecía un capricho), tomó una determinación.

Se fue a la bañera, y allí se relajó con las sales que le había regalado el vecino del 5º. Olían muy bien, ciertamente, pero no las compartiría con él, como a ese viejo verde le hubiese gustado. Veinte minutos más tarde, salió, fue al armario y escogió el vestido azul, aquél que le gustaba tanto, que conservaba durante más de 20 años. Se lo puso y voilà! le sentaba como un guante. Bueno… quizás fuera excesivo… Pero no, en un día así no.

Terminó de arreglarse el pelo y se dirigió al salón. Echó una mirada nostálgica a los marcos que invadían la habitación y apagó la radio. Cogió el bolso y lo revisó: llaves, carmín, monedero… sí, estaba todo. Entonces salió a la calle, volvió una última vez la vista atrás, sonrió y se marchó.


martes, 24 de enero de 2012

Sentado a tu lado


Ayer paseabas por la orilla. Te sentaste en el banco al que le falta un listón, justo en la esquina opuesta al lugar donde le viste por primera vez, en la esquina donde soñaste conmigo. Y sin más, empezaste a hablar con los patos del estanque. Les contaste que les envidiabas, que quisieras nadar en invierno y poder volar, aunque fuera un poquito, sólo un salto, que te llevara más cerca del cielo.

 Después, sacaste tu libreta, esa especie de diario que siempre llevas contigo, lleno de dibujos, de letras de canciones y algún que otro borrón; pero sobretodo llena de recuerdos. Te pusiste a ojearla y paraste en aquella página que ya casi ni se ve, un boceto antiguo, ahora irreconocible. De repente, nuevamente, una lágrima empezó a recorrer tu mejilla. ¿Por qué no arrancas esa hoja? Ya ni se ve el dibujo, sólo queda el carboncillo, con el que te torturas, con el que has rellenado tu corazón. Desde aquella noche oscura, en que me entregaste tu alma.

Mientras, yo te miraba. No era el chico aquel que te guiñó el ojo al pasar, ni tampoco la señora que se dedicaba a dar de comer a los patos. No, sólo era yo, tu pequeño, el que siempre te escucha, el que comparte tus secretos, tu mayor secreto. Traté de secarte las lágrimas, pero la distancia, el tiempo, el espacio y mi fragilidad, me lo impidieron. Sólo quiero que sepas que siempre estoy y siempre estaré aquí, sentado a tu lado.


lunes, 16 de enero de 2012

Como una aguja en un pajar

      Nos pasamos la vida llenando huecos, al igual que las abejas llenan sus panales de miel. Sin embargo, nosotros, no utilizamos miel para llenar esos espacios, sino palabras, unas veces endulzadas y otras no tanto. Nos pasamos el día tratando de llenar los silencios. Parece que no tuviésemos otra cosa mejor que hacer. Si no hablamos con alguien, escribimos; si no, leemos; o si no, pensamos. El caso es no dejar espacios en blanco. Es como si nuestra vida fuese una pantalla negra de ordenador y para hacerla funcionar tuviésemos que llenarla de toda clase de símbolos, cuyo significado se nos escapa a la mayoría y realmente ni siquiera nos interesan, pero sin cuya existencia no podemos vivir.


      De igual modo pasamos el rato llenando nuestra existencia de cosas. Tenemos la absurda necesidad de realizar actividades en todo momento: leer, estudiar, ver una película, hablar (nuevamente, las palabras!), practicar deporte, convivir, enamorarnos... incluso cantar!! aunque nuestra voz sea tan horrible que consiga hacer llorar a las ranas, da igual, el caso es hacer algo. Creemos que si nos paramos, aunque sea por un instante; o mejor dicho, que si sentimos la necesidad de no hacer nada con nuestra vida, esta será un fracaso. Seremos unos maulas, unos seres sin sentido. Pero ¿cuál es el sinsentido? 


      Quizás el sinsentido sea pasarse la vida enredándose entre las ramas, sin llegar a lo que verdaderamente importa. Andar de allá para acá, sin preguntarse qué es lo que realmente queremos. Lo absurdo es hablar de tal modo que no consigamos que nadie nos entienda, tan sólo porque es "lo apropiado", en lugar de utilizar la sencillez y de ir al grano. Porque a veces toda esa disertación hace que te pierdas en los márgenes sin llegar al fondo. Es como ese barco que se dedica a la navegación de cabotaje, sin alejarse nunca de la costa, sin avanzar hacia la profundidad del mar. 


      Y al final, después de tanta especulación, la pregunta es: ¿cuál es la razón de nuestra vida? ¿qué es lo esencial? ¿es realmente importante detenerse a pensar en "el quid del asunto"? es más, ¿es posible encontrar aquello que de verdad nos llena, que consigue hacer rebosar el panal de nuestra vida? Como la aguja en un pajar, esa que deslumbra entre las demás pajas y a la vez se esconde entre ellas, cuyo descubrimiento nos llenará de emoción, porque nos ha costado esfuerzo, porque suponía la culminación de nuestro objetivo. Y sin embargo, ¿realmente merece la pena dedicarse a buscar esa aguja? que quizás no sea más que el argumento descabellado de una frase hecha. ¿No sería mejor tumbarse encima de la paja y dedicarse a disertar?