viernes, 30 de diciembre de 2011

Háblame de amor

     ¿Qué es el amor? Me preguntaste. ¿Qué es el amor? Te pregunté. Ninguno supimos qué responder. 

     Hace tiempo pensaba que el amor estaba en sus abrazos. Una vez soñé que el amor confluía en el encaje perfecto de dos piezas del puzle. Ayer creí que era tan sólo ese instante en que nuestras miradas se juntaron y el universo desapareció.  Pero hoy... hoy no sé qué es el amor.

     El amor es una cosa informe al que miles de canciones han tratado de ponerle música y cientos de películas han intentado dar consistencia. Ha sido el tema principal de obras dramáticas, novelas y cuentos; y por supuesto, el hilo que unía cada verso de un sinfín de poemas. Ha contribuido a la paz y ha hundido imperios. Ha sido buscado por amantes y soñadores, mendigos y reyes, sabios e ignorantes. Y nadie ha sido capaz de crear una teoría irrefutable. Todos tienen opiniones, cada uno tiene su concepto particular. Es algo relativo y a la vez universal.

    ¿Te cuento un secreto? ... No se trata de saber, sino de sentir.

     El amor es la inspiración de aquél escritor que se sentía al borde del abismo. Es la mirada que salvó a aquél otro de la desesperación. Es la lágrima que limpia el alma y lo eleva. Es la chispa que mantuvo toda la noche la alcoba iluminada a pesar del apagón. Es el llanto de un niño al nacer y la sonrisa del abuelo justo antes de morir. Es el beso apasionado, el abrazo inesperado y la mirada a escondidas. 

     Puede que sea algo de todo esto o quizás sólo sea, como alguien me dijo una vez, aquello que creímos tener justo cuando lo perdimos. De cualquier modo, es la página que nos queda por escribir, el sueño que esperamos alcanzar, la esperanza que nos anima a continuar. Y es que...

     El amor eres tú, seas quien seas.


     

viernes, 16 de diciembre de 2011

Aires de otoño

Dear autumn, haunted season, home of sorceress and ghosts,
Order leaves to fly and turn the fear into dreams and hopes”


     Dicen que el otoño es la estación de la melancolía, cuando el mundo cambia el amarillo, la alegría, la felicidad, y se viste de un marrón amargo, decaído. El soleado día veraniego se transforma en uno nublado y apagado, nos enfundamos las botas en lugar de las alegres sandalias. Las calles se vacían... Sin embargo, las casas se llenan. 

      Es la estación de la familia, cuando los abuelos cuentan historias junto al fuego y los nietos se sientan a escuchar. Es el momento de las castañas asadas y de los churros para desayunar. De las pelis de terror protegidos con una manta y en buena compañía.

      Es el tiempo en que las hojas se caen y el viento levanta las faldas. El tiempo de bailar bajo la lluvia y regalar besos mojados. Es el momento de emocionarse y de sentir, porque el viento borra lo pasado, se lleva esas noches de verano y esos días en la playa, cosas que no podemos evitar echar de menos, que añoramos con todo el alma y hacen aflorar lágrimas en nuestra mirada. Pero a la vez trae nuevos aires, aires dulces, aires de esperanza, aires que te envuelven, te seducen y susurran en tu oído palabras de aliento.

       Y es que el otoño actúa como un espejo, como un lago oscuro en medio de la noche. Nos obliga a mirar nuestro reflejo, a ahondar más allá de la superficie y a descubrir quienes somos realmente. Sin concesiones, esperando que al mirar, en el fondo, encontremos esa llama que todos llevamos dentro. Esa llama que al encenderla, nos alumbre nuevos caminos y nos caliente el corazón.




viernes, 9 de diciembre de 2011

Desvaríos cardíacos

Aunque bajito, te lo dije. Te pedí que me dieras un corazón más grande, porque este tan pequeño no me sirve para nada. Los sentimientos van y vienen pero nunca se quedan. No caben todos juntos. Y me vuelven loca. Alborotan mi cabeza. Hoy sí. Mañana no. Hay veces que se quedan conmigo varios días, incluso semanas, haciéndome creer que me harán compañía para siempre. Pero de pronto, vienen otros, celosos, como un huracán y luchan por hacerse hueco en el espacio reducido. Y no paran de hablar y hablar. No hablan, ¡¡discuten!! Y me atronan los oídos. Me embotan la mente y ya no puedo pensar. Sólo puedo sentir. Y no quiero sentir. Lo siento, pero quiero devolverte este corazón maltrecho. Es defectuoso. Tiene agujeros y no lo quiero.


Es pequeño, pero duele como si fuera enorme. Es demasiado vulnerable, ingenuo y confiado. Se cree que puede hacerse mayor sólo con desearlo, a pesar de que yo le he explicado que cada uno es cómo es y hay que aceptarlo. Es impaciente, no es capaz de esperar a que las cosas sucedan sino que las añora cada segundo. Es un loco, un imprudente. Se enamora siempre de quién no debe. Es un desobediente, pues no me hace caso cuando le digo que es mejor estarse en silencio y no soñar con imposibles. Es un niño que quiere entender las conversaciones de mayores y trata de imitar sus palabras. Pero no comprende el sentido. No entiende nada de lo que le pasa. Habla un idioma extraño, un galimatías. Y aún así no puede dejar la verborrea. Habla y habla y habla y ya no sabe ni qué decir. Sólo sabe que no puede dejar de hacerlo, que necesita hablar. Porque hablando la gente se entiende. Y eso es lo que él más necesita, entenderse.

Imagínate, y todo esto en un corazón tan pequeño. ¿Cómo esperas que me lo quede? .... Pues porque le quiero, porque es mío, porque si no le cuido yo, ¿quién lo hará?


miércoles, 30 de noviembre de 2011

De princesas y palacios

              Hay días en que una se levanta siendo princesa y otros… rana. No es que tenga nada en contra de estos anfibios, es más, en mi habitación tengo una buena colección de ellos. Pero hoy… hoy me siento princesa.

 Hoy voy a pintar las paredes con todos los colores del arcoíris. Dibujaré palacios enteros, con todos sus detalles, en Egipto, en China, en Los Ángeles, en Praga, en Rusia y en las Canarias. Y me sentaré en cada uno de ellos a contemplar el paisaje; pasearé por el jardín, mientras una sinfonía interpretada por ruiseñores y canarios envuelve la mañana.

                Hoy escaparé del castillo sin que ningún príncipe venga a rescatarme. Tan sólo cogeré las riendas de mi caballo y me dedicaré a recorrer el mundo. Aspiraré el olor de las flores y me bañaré en un lago de aguas transparentes. Dormiré bajo las estrellas y me dedicaré a ponerles nombre.

                Hoy no me enamoraré del príncipe ni del caballero, sino del Amor, el Amor que me dio la vida y me regaló este mundo para descubrir. El Amor que no espera nada, sino que lo da todo, el Amor que me eleva sin necesidad de tener alas. Que convierte mi realidad en el sueño más increíble.

                Hoy tan sólo voy a ser feliz… ¡¡porque hoy me siento princesa!!


sábado, 19 de noviembre de 2011

agua y sal

Una lágrima se escapó volando, corrí tras ella. Pues nadie podía saber que esa incauta se había escapado. Sin embargo ella rodaba y rodaba, y contra todo pronóstico no desaparecía evaporada. Al contrario, se hacía más fuerte y más grande, arrasaba todo lo que se le ponía delante. Hasta que llegó a la orilla.

Allí se plantó, se dio la vuelta y me esperó.  Cuando yo llegué exhausta, pues no había parado de correr, de tratar de alcanzarla y devolverla a mi corazón; ella me miró. Fue una mirada intensa, tan profunda como el mar que tenía detrás.

Entonces hizo algo que no me esperaba, que no podía imaginar. Me abrazó. Me rodeó por completo e invadió mi alma, arrastrándome a ese mar, tan atrayente como digno de temor. Un lugar donde los miedos ya no tienen sitio para esconderse y donde el alma sólo es una corriente arrastrada por el viento.

Allí descansé y me eché a dormir. Entonces, nada, no soñé.



Besos de papel


En el otro lado del mundo, donde las piedras cantan y las flores te cuentan sus secretos, me encontré una caja de cartón arrugada.  Al abrirla sólo encontré restos de papel manchado. Estuve a punto de tirarla. Sin embargo… en ese momento sopló una ráfaga de aire y algunos de esos papeles se desparramaron por el suelo. Cuando fui a recogerlos descubrí que aquello no eran manchas sino palabras, borrones que alguien había escrito tiempo atrás. Y observando más de cerca pude apreciar alguna lágrima estampada e incluso restos de carmín.

De repente empecé a soñar,  comencé a elevarme hasta llegar a la nube más alta, allí donde el tiempo huele a lavanda y las estrellas saben a menta. Allí, en el rincón favorito del viento, donde se esconde para pensar, me senté a escuchar. El viento me contó cuantas palabras se había llevado, las lágrimas que había arrancado y los cuadros que había pintado con las nubes… sólo por ella, sólo para ella.

A cambio, me pidió un favor, que hiciera un garabato. Algo que no se pudiera esconder, que no se pudiera borrar, que no se pudiera olvidar.