Es pequeño, pero duele como si fuera enorme. Es demasiado vulnerable, ingenuo y confiado. Se cree que puede hacerse mayor sólo con desearlo, a pesar de que yo le he explicado que cada uno es cómo es y hay que aceptarlo. Es impaciente, no es capaz de esperar a que las cosas sucedan sino que las añora cada segundo. Es un loco, un imprudente. Se enamora siempre de quién no debe. Es un desobediente, pues no me hace caso cuando le digo que es mejor estarse en silencio y no soñar con imposibles. Es un niño que quiere entender las conversaciones de mayores y trata de imitar sus palabras. Pero no comprende el sentido. No entiende nada de lo que le pasa. Habla un idioma extraño, un galimatías. Y aún así no puede dejar la verborrea. Habla y habla y habla y ya no sabe ni qué decir. Sólo sabe que no puede dejar de hacerlo, que necesita hablar. Porque hablando la gente se entiende. Y eso es lo que él más necesita, entenderse.
Imagínate, y todo esto en un corazón tan pequeño. ¿Cómo esperas que me lo quede? .... Pues porque le quiero, porque es mío, porque si no le cuido yo, ¿quién lo hará?
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