miércoles, 30 de noviembre de 2011

De princesas y palacios

              Hay días en que una se levanta siendo princesa y otros… rana. No es que tenga nada en contra de estos anfibios, es más, en mi habitación tengo una buena colección de ellos. Pero hoy… hoy me siento princesa.

 Hoy voy a pintar las paredes con todos los colores del arcoíris. Dibujaré palacios enteros, con todos sus detalles, en Egipto, en China, en Los Ángeles, en Praga, en Rusia y en las Canarias. Y me sentaré en cada uno de ellos a contemplar el paisaje; pasearé por el jardín, mientras una sinfonía interpretada por ruiseñores y canarios envuelve la mañana.

                Hoy escaparé del castillo sin que ningún príncipe venga a rescatarme. Tan sólo cogeré las riendas de mi caballo y me dedicaré a recorrer el mundo. Aspiraré el olor de las flores y me bañaré en un lago de aguas transparentes. Dormiré bajo las estrellas y me dedicaré a ponerles nombre.

                Hoy no me enamoraré del príncipe ni del caballero, sino del Amor, el Amor que me dio la vida y me regaló este mundo para descubrir. El Amor que no espera nada, sino que lo da todo, el Amor que me eleva sin necesidad de tener alas. Que convierte mi realidad en el sueño más increíble.

                Hoy tan sólo voy a ser feliz… ¡¡porque hoy me siento princesa!!


sábado, 19 de noviembre de 2011

agua y sal

Una lágrima se escapó volando, corrí tras ella. Pues nadie podía saber que esa incauta se había escapado. Sin embargo ella rodaba y rodaba, y contra todo pronóstico no desaparecía evaporada. Al contrario, se hacía más fuerte y más grande, arrasaba todo lo que se le ponía delante. Hasta que llegó a la orilla.

Allí se plantó, se dio la vuelta y me esperó.  Cuando yo llegué exhausta, pues no había parado de correr, de tratar de alcanzarla y devolverla a mi corazón; ella me miró. Fue una mirada intensa, tan profunda como el mar que tenía detrás.

Entonces hizo algo que no me esperaba, que no podía imaginar. Me abrazó. Me rodeó por completo e invadió mi alma, arrastrándome a ese mar, tan atrayente como digno de temor. Un lugar donde los miedos ya no tienen sitio para esconderse y donde el alma sólo es una corriente arrastrada por el viento.

Allí descansé y me eché a dormir. Entonces, nada, no soñé.



Besos de papel


En el otro lado del mundo, donde las piedras cantan y las flores te cuentan sus secretos, me encontré una caja de cartón arrugada.  Al abrirla sólo encontré restos de papel manchado. Estuve a punto de tirarla. Sin embargo… en ese momento sopló una ráfaga de aire y algunos de esos papeles se desparramaron por el suelo. Cuando fui a recogerlos descubrí que aquello no eran manchas sino palabras, borrones que alguien había escrito tiempo atrás. Y observando más de cerca pude apreciar alguna lágrima estampada e incluso restos de carmín.

De repente empecé a soñar,  comencé a elevarme hasta llegar a la nube más alta, allí donde el tiempo huele a lavanda y las estrellas saben a menta. Allí, en el rincón favorito del viento, donde se esconde para pensar, me senté a escuchar. El viento me contó cuantas palabras se había llevado, las lágrimas que había arrancado y los cuadros que había pintado con las nubes… sólo por ella, sólo para ella.

A cambio, me pidió un favor, que hiciera un garabato. Algo que no se pudiera esconder, que no se pudiera borrar, que no se pudiera olvidar.