viernes, 20 de julio de 2012

Algo diferente. Nada que temer.

Hoy, en unas horas, o puede que ya mismo, comienza todo, y quizás sea el final de algo, de mi estancia en Mora, de mi miedo al inglés, o de algo mucho más grande, quien sabe.


Pero no me asusta, puede que esté tan sedada tras una buena experiencia, tan sobrepasada y agradecida por el cariño de los que me rodean, tan acomodada en la alegría, que no me importa hablar con claridad. Sin secretos ni dobles sentidos, sin expectativas ambiciosas, tan sólo con franqueza y confianza.


El valor para volar no está en pegar el salto sino en saber que si no lo consigues, habrá alguien abajo esperándote. Es la certeza absoluta de saber que no estás solo, que alguien viaja contigo siempre. Y es que el miedo desaparece cuando el amor es más grande.


Hoy no deseo que todo sea igual, ni siquiera sé qué preferiría. Pero sé que ha sido bueno y que lo que venga también lo será. Hoy confío en que siempre habrá alguien cuidándome y en que los amigos siempre serán viejos y siempre serán nuevos. Hoy no me despido, hoy no lloro, hoy no temo, ni siquiera espero, hoy tan sólo confío.


Por todo ello, hoy no diré que os echaré de menos, porque siempre os llevaré conmigo.

                                             

sábado, 7 de julio de 2012

Shhhhh

     Fui yo quien empezó a hablar, como siempre, cuando no quieres contestar o prefieres hacerte el interesante. Me inventé una excusa, la primera que se me ocurrió, para tratar de llamar tu atención. Escuché un susurro, me pareció que asentías, aunque quizás fuera mi imaginación. Pero eso era todo lo que necesitaba para empezar a contarte, porque sé que tú me escuchas, porque nadie sabe hacerlo como tú.

     No sé cuanto tiempo pasó, mis ojos comenzaron a empañarse y mis lágrimas surgieron una a una, sin prisas, bañando mis mejillas y muriendo en mis labios, sin quejas, sin estruendos. Al final mis palabras se agotaron y levanté la cabeza, esperando.

     La respuesta no llegó, ni la sonrisa, ni siquiera el enfado o un mohín de disgusto. Quise creer que me entendías, que podías comprenderme, pero eso ya no me valía. Necesitaba algo más.

     Ahhhhhhhh!! Grité, pataleé, te miré con furia y hasta me reí de ti. Tan sólo quería que dijeras algo, lo que fuera.

     Esperé.

     Nada.

     Hasta que comprendí que Nada era tu respuesta, sencilla, tranquila, paciente. Porque tú, Silencio, eres así, lo envuelves todo y haces como si no existieras, no buscas el protagonismo, no das grandes respuestas, tan sólo ofreces tu tiempo y tu paz a todo aquel que te llama.